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Autor: Fanny Pabón. Psicólogo
Que pasa con los sueños y las ilusiones, que todos tenemos en algún momento, pero no llevamos a la práctica, los guardamos para un futuro, que tal vez nunca llegue. Comprar ese vestido, ese coche, esos zapatos, ir de viaje a ese lugar paradisiaco, aprender a nadar, a montar a caballo, estudiar… ¿Qué pasa con estas aspiraciones, que aplazamos para después? ¿Influyen en nuestra vida? ¿Afectan nuestro bienestar emocional? ¿Limitan tus logros? La verdad es que es mejor intentarlo y fracasar que abandonar.
Sabías que aproximadamente el 75% de las personas se arrepienten de no haber hecho algo y solo el 25% se lamenta de haberlo hecho.
Ciertamente, mi experiencia en el trabajo con ancianos, me demostró de primera mano, que así es. De aquellos que entreviste a lo largo de muchos años, muy pocos se arrepentían de lo que habían hecho; aunque las cosas no salieron siempre como ellos esperaban. En cambio, muchos se lamentaban por no haberlo intentado.
Es mejor intentarlo y fracasar, que no intentarlo
Cuando no lo llevas a cabo, te preguntas durante mucho tiempo, o incluso durante toda tu vida ¿Qué hubiese sucedido?, me habría divertido, mi vida habría cambiado, dónde estaría ahora y así muchas incógnitas quedan abiertas ¿?¿?¿?
Y entonces imaginas que todo había sido espectacular… y te queda ese mal sabor de boca; que permanece en el tiempo, amargándote.
Muy diferente es, cuando lo llevas a la práctica y ya no te quedan dudas, porque es una experiencia vivida, que siempre enriquece, sea buena o mala. Y como dicen por allí que te quiten lo bailado.
Por ello, te animo a arriesgarte, atrévete y da el paso. Ve a por tus sueños, a por esas cosas que quieres hacer y te ilusionan.
No te preocupes por “el qué dirán” la sociedad cambia y lo que hoy está mal visto mañana cambia, “el fracaso” por otra parte es aprendizaje, si te atemorizan los resultados no hay forma de predecir qué sucederá. Obviamente, toma solo los riesgos que estés dispuesto a asumir.
Parte de la explicación a no asumir riesgos puede estar escondida en aprendizajes de la infancia. Lamentablemente, cuando somos niños, no se nos enseña a asumir riesgos, estamos protegidos dentro de nuestra familia.
Además se nos educa para complacer las expectativas de los adultos, ambas costumbres quedan arraigadas en la psique. Como resultado, a veces, sin darte cuenta, tomas decisiones para complacer expectativas ajenas, olvidando lo que tú realmente quieres.
O no te atreves a asumir riesgos, porque temes equivocarte, necesitas que alguien te garantice que las cosas van a salir bien.
Ser adulto, es hacerse cargo de la vida propia, aceptar que equivocarse y cometer errores, está bien. Porque solo así estaremos al frente de nuestro barco, para bien o para mal, hay que tomar el timón y navegar. Al mismo tiempo, desarrollamos fortalezas y destrezas para afrontar los retos del presente y del futuro.
¿Qué quieres? ¿Qué te motiva? ¿Cuáles son tus sueños? ¿Qué te ilusiona?
Es mejor intentarlo y fracasar
Obviamente cada vez que inicias algo, un proyecto, aventura… no hay garantía de éxito; así funciona el mundo. Es un experimento en el que todos participamos y no hay forma de predecir con exactitud, los resultados de las decisiones, que tomamos.
Incluso si preguntas a tus amigos o a tus padres, en busca de seguridad, ninguno te puede dar garantía de éxito, solo te contará sobre su experiencia particular. Que no será la tuya, dado que son vidas y momentos distintos.
Podemos hacer conjeturas; si hago esto tal vez, suceda esto. Pero hay muchas variables en juego, la otra persona, la economía, el clima, tú mismo (porque puedes cambiar de opinión). Y por lo tanto no hay garantías, solo posibilidades.
Asimismo, cuando te dejas llevar por las cosas que te dicen, los demás, puedes acabar viviendo sus sueños y no los tuyos. O en el peor de los casos, termines sometido a su voluntad.
El miedo te paraliza y abandonas, o lo intentas con tal timidez que renuncias ante las primeras dificultades.
Por eso, te recomiendo que veas el miedo como un buen amigo. Una alarma que se enciende ante lo desconocido, una señal de alerta que dice, ten cuidado, mira por dónde vas, se precavido, busca información, diseña una estrategia.
El miedo nunca debería tomarse como un indicador para salir corriendo y abandonar los sueños o proyectos, a menos que se trate de un león que viene a por ti.
Por supuesto, equivocarse está bien y el fracaso es aprendizaje. Fracasar es bueno, aprendes una forma de no hacer las cosas, un camino por el que no vale la pena transitar. La ventaja es que ahora estas más preparado para ir por tu sueño.
Si lo piensas detenidamente, sabes que la primera vez que hacemos algo, careces de experiencia y esta, solo se consigue a través de la práctica. O la observación de otros para copiar sus estrategias, es decir aprender a través de la observación.
Incluso puedes extrapolar (aplicar conclusiones obtenidas en un campo a otro) tus propias estrategias y aplicarlas en diferentes escenarios.
Todos somos buenos en algo y esas habilidades que tenemos podemos copiarlas y llevarlas a otra situación. Por ejemplo si eres muy bueno planificando y organizando fiestas, seguramente esa capacidad de planificación puedes llevarla a un trabajo o a otro proyecto.
El aprendizaje siempre será nuestro mejor compañero y el fracaso nos enseña, no importa que salga mal. Es mejor intentarlo y fracasar que no intentarlo.
En lugar de especular con la frase “no puedo hacerlo” “piensa en todo lo que puedes hacer”.
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Y como siempre digo, si no hay viento, rema