La buena voluntad por sí sola no funciona


Les voy a hablar sobre algunas ideas sencillas y prácticas para resolver problemas cotidianos, pero no por ello, fáciles de llevar a la práctica. Y la razón de tal dificultad está en los viejos hábitos, que prevalecen. Y esto ocurre porque La buena voluntad por sí sola no hace reales los cambios.

Si decides emprender el camino, ten paciencia y perseverancia

Para ello hay que estar muy atentos a nuestros pensamientos, emociones y conductas cuando afrontamos un problema. Y decidir con mucho cuidado, qué recomendación nos será útil en cada momento.

Recuerda que la práctica será tu mejor aliada, en esta tarea.

Obviamente esto no significa que desaparezcan nuestros problemas como por ARTE DE MAGIA. Porque son retos del día a día, y nacen inevitablemente de la interrelación con las personas y del propio devenir de los acontecimientos.

Cómo llevar a la práctica esas ideas sencillas. Paso a paso


La primera recomendación es

  1. Mantén una actitud positiva esto le ayudará a transmitir confianza, seguridad y sobre todo a dar lo mejor de sí mismo. Y lo mejor es que su interlocutor lo percibirá.

No es lo mismo conversar con una persona que te mira a la cara, te sonríe y  muestra disposición al diálogo que con otra que hace todo lo contrario.

  1. Escucha con atención toda la información antes de dar una respuesta.

 Deja que la otra persona hable, permite que explique todo lo que quiera, no le interrumpas. Mientras más hable, mejor lo conocerás y tendrás más información que facilite alcanzar un acuerdo o evitar que surja un problema.

Una vez que termine haz todas las preguntes que necesites para entender su comportamiento, ideas y  decisiones de la mejor forma posible.

Dejar hablar a la otra persona ayuda en situaciones familiares y en el trabajo. 

  1. Evita los pensamientos negativos sobre ti mismo, el otro y el problema.

Obviamente estos pensamientos no te ayudan a resolver situaciones y lo más probable es que sean la causa de más problemas.

  • Los pensamientos negativos sobre tu capacidad para resolver las cosas o aprender, te quitan energía, dañan tu autoestima y disminuyen tu capacidad de respuesta. Por ejemplo: No entiendo, soy cortito para estas cosas, me cuestan este tipo de tareas.
  • Evita ver el problema como irresoluble. Esto es sin solución.
  • Por otra parte los pensamientos negativos se dejan ver en tu actitud, postura, tono de voz y esto lo capta tu interlocutor. De modo que él también se verá afectado y percibirá que no hay diálogo posible. ¿Crees que esta es la mejor manera de conversar?
  1. Evite los prejuicios, porque si crees que el otro es demasiado blanco, demasiado delgado, o no tiene ni idea, por pertenecer a algún grupo minoritario. Está descalificando su capacidad y su credibilidad en base a prejuicios que no tienen nada que ver con la realidad.

5. Presta especial atención a lo que piensas  y no dices. Aunque te cueste «creerlo», en cualquier conversación, existe una «segunda conversación». Oculta, en la sombra, que tiene una gran influencia sobre la forma en que actúas.

  • Estas ideas en “nuestra cabeza”, son las que nos dicen, por ejemplo, cómo nos sentimos, qué opinamos sobre lo que escuchamos y sobre nuestro interlocutor.
  • Pero lo más importante es cómo nos influye en lo que finalmente decimos y hacemos. Porque afecta cómo entendemos y cómo decidimos resolver un problema.

Ideas sencillas y prácticas para resolver problemas cotidianos 


Te propongo el siguiente Ejercicio:

  • Divide una hoja de papel en dos columnas, en la columna Izquierda escribe la conversación que hay en tu cabeza y en la columna derecha la QUE TODOS ESCUCHAN.
  • En la columna izquierda  escribes lo que piensas, y no dices en voz alta, por ejemplo: «que fastidio ya viene otra vez con ideas tontas» , «mejor me callo y no digo lo que creo porque me rechazara, «no vale la pena hablar… esta persona no escucha»…
  • Y en la columna derecha escribe lo que ocurre a la vista de todos.

Luego de hacer el ejercicio hazte estas preguntas.

  1. ¿Qué te habría gustado decir y en lugar de expresarlo, te callaste?
  2. ¿Cómo deberías haberlo dicho?
  3. ¿Qué era lo más conveniente para resolver la situación?
  4. Preguntaste a la otra persona, para asegurarte que entendías su punto de vista? O solo te quedaste con lo que dijo a viva voz.